La arquitectura tradicional popular está formada por unas determinadas viviendas, y paisajes urbanos contextualizados en un determinado territorio y crea un paisaje urbano rural. En Cantabria asociamos estos paisajes con nuestra cultura. No entendemos el paisaje de esta región sin la visión de las casas montañesas o de los núcleos rurales encastrados en los valles y participando del entorno visual formando parte de él.
Dato a tener en cuenta. En la Ley 11/1998, de 13 de octubre, de Patrimonio Cultural de Cantabria. No se habla en ningún momento de la arquitectura tradicional de esta región. No se menciona y por supuesto no se indica ninguna forma de protección ¿Se puede entender la Colegiata de Santillana sin el conjunto de arquitectura tradicional que la envuelve? ¿Acaso la arquitectura tradicional no es un patrimonio cultural? Nuestro paisaje Montañés ¿Se puede entender sin la imagen de los núcleos de arquitectura tradicional popular?
Torres Balbás en su trabajo Concepto y límite de la Arquitectura popular en España dice: “La arquitectura popular, más que otra manifestación artística cualquiera, por ser utilitaria, local y adaptada al modo de vivir familiar, constituye, con el lenguaje, uno de los signos más distintivos de la nacionalidad, una pura creación del medio. En sus obras no queda nada al capricho o al azar; edificándose con los recursos del país, según procedimientos seculares, sin influencia exótica alguna.”
Las valoraciones colectivas de este patrimonio es una de las características más importantes que tiene la arquitectura tradicional, que es de uso y propiedad privada. Siempre ha sido considerada como un patrimonio típico y folclorista más que cultural, frente al gran patrimonio de la arquitectura culta monumental. De hecho a esta arquitectura no se la considera como una forma de vivir históricamente adaptada a un territorio sino que se le atribuyen características de atraso y ruralismo, como algo ligado a la pobreza y al aislamiento ante la imposibilidad de cualquier otra elección. En la conciencia de los usuarios no existe la consideración de esta arquitectura como algo histórico cultural. Mientras que esto no ocurre con la consideración colectiva de los grandes monumentos iglesias, palacios, y demás, que son considerados patrimonio por la relación con los periodos culturales en los que se hicieron. Esa misma evocación histórica se la negamos a la arquitectura tradicional, además con el mismo criterio de antigüedad que ese patrimonio monumental, pero esto no solamente ocurre con las viviendas, sino que además pasa en el caso de elementos como fuentes, plazas, posadas, ventas, molinos…
Uno de los principales problemas de este patrimonio es la respuesta a la pregunta qué tantas veces nos hacemos. ¿Quién es el responsable de cuidarlo y mantenerlo? Por supuesto que sus propietarios que lo habitan. Sin embargo está población actual en el siglo XXI, ¿Es capaz de entender cómo se debe rehabilitar está arquitectura?
Como ya he dicho antes, para sus moradores está arquitectura es sinónimo ruralismo y primitivismo. Y por lo tanto susceptibles de ser modernizadas, lo que nos indica el por qué estas viviendas rurales, de arquitectura tradicional, han sido tan modificadas y rehabilitadas, en general de una forma muy desacertada. Además de que se trate no tanto de una transformación radical de la estructura de la vivienda, sino de su aspecto formal, eliminando o sustituyendo elementos que se consideraban testimonio de la pobreza de sus moradores (puertas, carpinterías, cierre de vanos); o remarcando el nuevo estatus de la vivienda con elementos de gran vistosidad hacia el exterior: alicatado de azulejos de muy variados colores y texturas en las fachadas, sustitución de la viejas cubiertas de teja, aumento, en ocasiones desproporcionado, del tamaño de los vanos de ventanas y balcones, sustitución de zócalos, uso de materiales industrializados en vez de los tradicionales, etc.
La administración pretende solucionar los problemas de conservación con los planes generales y los planes especiales sin embargo estas soluciones no dejan de ser una protección exclusivamente ambientalistas, es simplemente una solución de fachadismo puro y duro.
Esta problemática, en lo referente a la escasa consideración que se le da, se hace extensible en no pocos casos a los planes de protección de los Conjuntos Históricos. Como ocurre en el Plan Especial de Protección del Conjunto Histórico de Alceda. No deja de ser sorprendente el tratamiento que recibe esta parte destacada de nuestro patrimonio arquitectónico en este plan Especial de Protección, como en otros planes similares; lo que en la práctica se materializa en un acelerado proceso de destrucción.
En el Catálogo de protección del patrimonio edificado se consideran cinco normas de protección.
a) Edificios con Protección Integral.
b) Edificios con Protección Estructural. c) Edificios con Protección Ambiental. d) Edificios Sin Protección.
e) Edificios Fuera de Ordenación.
A la hora de establecer los “valores que hay proteger”, se determinan estos diferentes criterios (rangos) para la creación del mencionado Catálogo de edificios y espacios a proteger.

El primero son los Edificios con Protección Integral, Palacio de Mercadal, su Capilla, el Palacio de Ruiz Bustamante, la Casa de Mora. El Palacio de Ceballos, el Palacio de Bustamante Rueda y el Molino de la Flor. Que independientemente de su calidad, número de alteraciones que han sufrido a lo largo de su historia, El Palacio de Mercadal fue íntegramente reconstruido en los años 60, son todos merecedores de protección, aún a pesar de quedar en algunos casos sólo partes de la arquitectura de la obra original: fachadas, portadas, torres, etc. Obsérvese en este caso la incuestionable valoración de estas obras por sí mismas: sin importar su estado de conservación o “calidad” (sic) arquitectónica.
El segundo grupo son los Edificios con Protección Estructural: Varias construcciones auxiliares en los palacios de Mercadal, de Ceballos y de Bustamante y Rueda, la iglesia de Alceda y las escuelas.
El tercer grupo son los Edificios con Protección Ambiental. Son edificios que por su imagen y presencia contribuyen en la definición del entorno y el paisaje urbano general, mereciendo una protección que preserve los elementos arquitectónicos que definen su relación con el conjunto.
La protección se extiende a las fachadas, con todos sus elementos y composición, cubiertas y elementos visibles desde el espacio público. Está hablando de la arquitectura tradicional rural y la considera un mero elemento cuyo interés reside en la fachada. No se puede expresar mejor el valor y destino de esta “arquitectura popular” (que no ya “tradicional”, correspondiente al segundo rango). Sólo tiene un valor y significado contextual, para realzar los otros grandes monumentos o para recrear la imagen esperada de un pueblo cántabro “típico”.
¿Es qué todos los edificios que se encuentran en el casco histórico, que no sean elementos monumentales fueron construidos en la misma época, con los mismos materiales, usando el mismo sistema, constructivo o para el mismo fin? Y sin embargo, sabemos que entre estos edificios, con unos interiores que prácticamente nunca nos aparecen en las descripciones o imágenes, hay al menos una vivienda gótica medieval y una vivienda con un entramado de tradición medieval, con unos valores a preservar (arcos, muros, suelos, techumbres, cierres…); y en muchas ocasiones cuentan con grandes posibilidades de adaptación al confort exigible a toda vivienda.
También es verdad que la práctica demuestra que salvo los grandes hitos monumentales, los procesos de “rehabilitación”, “restauración”, etc. (cuando no son destruidos sin más pese a las teóricas medidas de protección con las que cuentan) de las edificaciones encuadrables en las categorías de popular/ tradicional/ vernácula, culminan con demasiada frecuencia sencillamente en su destrucción.
Así, cuando una población este ricamente representada por numerosas iglesias, palacios y grandes museos de arte, el interés por las manifestaciones de estos “otros” contenidos de nuestro patrimonio cultural será escaso, salvo que contribuya a “contextualizar” y “realzar” el primero. Esto lo comprobamos en el ejemplo del casco histórico de Alceda.
Sólo cuando no exista tal patrimonio monumental, o esté escasamente representado, el patrimonio etnológico se ensalzara como alternativa y para demostrar que también dicho lugar de turno tiene “patrimonio”; pero rara vez se les dará un trato parejo a unos y otros tipos de testimonios culturales.
En definitiva, en palabras de J.R. Sierra Delgado arquitecto «La arquitectura popular. Introducción a su análisis formal.», la más profunda dificultad para la supervivencia de esta arquitectura radica en
“…el problemático entendimiento de que su condición no es conservarla, sino recuperarla y reutilizarla globalmente sin alterar la dialéctica unidad entre habitación y habitante, que no es sólo quien la habita, sino también quien la hace, asumiendo como creadoras las exigencias inevitables de reparación, modificación y destrucción que ello lleva consigo. ….Conservar la arquitectura popular vacía o rellena sería un triste destino, pero además sería, sin duda, el camino de su desaparición o, tal vez, tan sólo, un momento señalado en su necesaria destrucción creadora”.
Annibal Gonzalez de Riancho Mariñas