QUOSQUE TANDEM PRESIDENTE?

Ramón Maruri Villanueva

Universidad de Cantabria. Real Academia de la Historia

 

Veo en usted, lo cual no es de ahora, Sr. Presidente del Gobierno de Cantabria, por lo que a la forma de ejercer la Presidencia de nuestra Autonomía, una especie como de querencia desmedida por identificarse con Cantabria; querencia fronteriza, tengo para mí, con la obscenidad -fue usted mismo quien dijo “Cantabria me pone”, aunque lo obsceno no remite sólo a lo sexual-. De tanto reiterar públicamente esa querencia y lo que Cantabria representa en su biografía, ha llegado un momento en que, digámoslo en términos sofísticos, bien parece que usted la encarna -“Cantabria soy yo”- y que, por tanto, lo que a usted le gusta para ella es bueno para ella; mal asunto asociar poder y verdad.

Tras presentarse públicamente, a comienzos de junio, el proyecto de ornamentar el faro de Ajo, se fue generando un saludable debate social -puede seguirse a través de las páginas de este periódico- en el que ha primado hegemónicamente una severa crítica, tanto por parte de individuos como de colectivos; quienes suscribimos tal crítica consideramos que reemplazar el genuino color blanco del faro por la policromía del pintor Okuda San Miguel constituye un despropósito. Lo que en su día afirmó Pier P. Pasolini de que la ética se la juega en el estilo puede ser perfectamente extrapolado a la política; al respecto, Sr. Presidente, diré que su estilo hace aguas. 

Por buen estilo en materia política entiendo practicar ésta, más aún en el caso de un Presidente de una Comunidad Autónoma, aceptando la crítica social como un imperativo ético. Ya en la década de 1970, ante el silencio “cómplice” que se había instalado en la sociedad alemana en torno al exterminio de judíos y de otros grupos sociales, el filósofo Jürgen Habermas reivindicó el debate de esta cuestión, y de cualquiera otra, en lo que denominó el “espacio público”; es decir, un territorio social, sea cual sea -desde una alta institución cultural hasta un bar o un parque-, en el que polemizar sobre cuestiones que atañen a todos

Es en tales foros en los que se va formando dialógicamente la “opinión pública”, fundamento de lo que Joseph. M. Bessette conceptuó de “democracia deliberativa”. El nervio de ésta es, al igual que la del “republicanismo cívico”, incorporar propuestas ciudadanas a la gestión de lo público, conceptos uno y otro sobre los que diversos filósofos o teóricos del pensamiento político contemporáneos, caso, por ejemplo, del mencionado Habermas, de Hanna Arendt, Norberto Bobbio, Philip Pettit, Quentin Skinner o Alain Touraine, han hecho aportaciones magistrales -sobre tales conceptos y otros conexos con ellos, aplicados al caso del faro de Ajo, trató ya el Grupo Alceda en un artículo de opinión aparecido en este periódico el 4 de julio último, subrayándose en él la necesidad de tener en cuenta opiniones cualificadas procedentes de la propia sociedad a la que afectan las decisiones tomadas por los poderes públicos-.

Pero nada de esto va con usted, Sr. Presidente, porque ¿qué necesidad tiene Vuecencia, conociendo como nadie lo que le conviene a Cantabria, de estar atento a opiniones ajenas a la suya? más aún cuando éstas, según palabras del artista Okuda, son hijas de “la ignorancia y la política”, no expuestas por cualificados profesionales en campos como, por ejemplo, la Ingeniería, la Arquitectura, la Navegación, la Historia, la Filosofía, las Bellas Artes o la Sociología -un revelador y espléndido estado de la cuestión al respecto puede obtenerse consultando el último ejemplar de la revista “Litoral Atlántico”-. Palabras, por cierto, que, en ningún momento, por lo que tengo leído, haya desautorizado públicamente usted, también como él -¡Faltaría más!-, irreductible abanderado del proyecto. Es más, en el acto de inauguración del repintado del faro, el pasado viernes, tanto usted, Sr. Presidente, como Okuda, manifestaron bien explícitamente no haber modificado ni una de sus posiciones. Éstas fueron sus palabras: “Respeto a todos los que opinan lo contrario, pero desde el primer momento en el que me hablaron de esta intervención, dije que me gustaba; ¿Qué entiende usted, Sr. Presidente, por “respeto”? Y éstas fueron las palabras de Okuda: “Con la pandemia y sin fútbol, ahora hay mucho tiempo libre y esto es una cosa de la que hablar” ¿Qué entiende usted, artista Okuda, por “cosa”? Y a qué viene ese gesto suyo, Sr. Presidente, de levantar la mano de Okuda haciendo la señal de la victoria, ¿Victoria frente a quién?

¿Hasta cuándo, Sr. Presidente del Gobierno de Cantabria, va a continuar con su frecuentemente probada, cuando menos, altanería -“A la trágala”, en lenguaje común- en el ejercicio del poder político como ha vuelto a hacer en el caso del faro de Ajo? No seré yo quien le diga a qué forma de pensar la política corresponde esa conducta; pero sí que es indeseable en el marco de una democracia representativa, característica de las sociedades avanzadas, como es la española; ¿Recuerda lo de “L’État c’est moi”?