Plataforma Salvar la Magdalena
Llevamos meses con un agrio debate público acerca de escolleras sí o escolleras no, y tan enfrascados estamos en los daños paisajísticos y medioambientales, que nos hemos olvidado de una cuestión particularmente grave, cual es, que se ha construido una instalación peligrosa en el centro de una playa urbana partiéndola por la mitad. Al decir una instalación peligrosa creemos no exagerar, porque a lo largo de toda la construcción, se repiten los carteles de peligro y prohibido el paso. Cualquiera que haya deambulado por la escollera o se haya acercado a ella, lo ha podido constatar. El riesgo de caída es grande y las esquinadas piedras y cortantes aristas no prometen nada bueno a quien tenga un traspié y caiga.
Lo grave de esta construcción peligrosa, es que se ha efectuado justo en medio de una de las playas más populares de Santander, y que tratándose de una playa interior carecía de oleaje y tenía mínimos riesgos. Hoy, la han hecho artificialmente peligrosa. Sabemos que se nos podrá objetar, que para eso están las señales de peligro, pero no debemos olvidar y no deberían haber olvidado, que a la playa se va a descansar y a menudo a descansar con niños, quienes hasta la fecha podían deambular libremente sólo con un ligero cuidado o atención de sus mayores. A partir de ahora la tentación infantil de escalar la escollera se convierte en claramente comprometida.
No somos capaces de imaginar una obra privada abierta al público con una introducción tan grande de peligro o riesgo, en un espacio de esas características. ¿Quién es capaz de imaginarse un centro deportivo, colegio o club con una instalación en su centro anunciando prohibición y peligrosidad? Evidentemente no se autorizaría su apertura o se obligaría a su cierre, sin perjuicio de que la responsabilidad de todo orden en que podrían incurrir los autores, en caso de accidente. Un desafuero como este solamente es posible desde la irresponsabilidad de una administración poco cuidadosa y distante.
Como cuestión de interés, hemos de señalar que la depuración de responsabilidades en caso de accidente será compleja, pues se debatirá si haber puesto el cartel de peligro es suficiente disculpa para quienes han tenido la, desde nuestro punto de vista, insensatez de introducir el riesgo. Poner un cartel en un sitio objetivamente peligroso, como puede ser un acantilado, quizás sea suficiente, pero convertir un sitio seguro, pacífico y tranquilo en un sitio peligroso no se conjura con un mero cartel. Las decenas de niños y no niños que deambulan por la playa son una clara atracción del riesgo. No debemos olvidar que “accidente es un suceso imprevisto que altera la marcha prevista de las cosas y causa daños”. Es fácil imaginar un accidente pese a la prohibición, de un niño que corre detrás de su balón, una señora que persigue a su sombrero, un chaval que se tira un cole desde las piedras… Podemos imaginar infinidad de supuestos y comprobar sus antecedentes en la jurisprudencia penal administrativa y civil y sorprendernos con la infinidad de casos que se producen. También adelantamos la eterna pregunta de los tribunales ¿quién ha introducido los riesgos?
Porque también se han introducido colateralmente otros riesgos. La corriente de mareas, entre la Isla de la Torre y la escollera, se ha visto acrecentada cuando altos coeficientes por el estrechamiento del paso. Ya ha supuesto, más de un susto a algún intrépido deportista que recorre la ensenada. Esperemos que no tengamos que lamentar en un futuro consecuencias mayores. Quizás sería necesario poner más advertencias, “Peligro Corrientes”.
Peligro también para la salud, por la acumulación de suciedad y mayor estancamiento de las aguas, en el entorno de la escollera. Situación esta que se verá incrementada, si alguna vez se completa el proyecto con el segundo espigón, dadas las características y dimensiones de la ensenada. En tal caso, en un futuro, también se podrían poner más carteles, “Peligro Baño”.
Y dicho lo anterior cabe meditar sobre la insensatez del procedimiento constructivo, desde la redacción del proyecto y su elección, hasta la firma del contrato y su ejecución. Desgraciadamente si hay un accidente o daño, quien lo tenga también sufrirá los padecimientos de un largo viacrucis procesal en el que nadie asumirá sus culpas y se la echarán al propio accidentado; en el que todos afirmaran no ser responsables y llegados a este punto, el dilema también se establecerá entre si los responsables son los políticos de la administración saliente o de la entrante.
La responsabilidad administrativa es de la Demarcación de Costas, que pertenece a la administración del Estado, pero la política que anteriormente fue del Partido Popular, hoy le corresponde al PSOE que es el partido gobernante. Una herencia envenenada que les han dejado en la ensenada de la Magdalena. Que nos han dejado, a todos los santanderinos.
Javier Gómez-Acebo, Manuel Zúñiga, Domingo de la Lastra, Aurelio G-Riancho, Eduardo Manzanares, Angel Chamizo, Carlos García, Arturo Lastra, Alberto Dominguez.
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