Legal sí, pero decisión política errónea
El Ayuntamiento de Santoña está a punto de dar el paso definitivo para mutilar un conjunto histórico al permitir que desaparezca un testigo de una parte de la Historia de la ciudad. Su culpabilidad es moral por no haber sido capaz de arbitrar cualquier solución que, sin menoscabar los derechos de los propietarios del conjunto edificado, permitiera no perjudicar gravemente a todos los cántabros.
Sancionada por la Ley, esa operación inmobiliaria ocupará un espacio que en el anterior Plan de Ordenación Urbana estaba declarado como de uso público y hará que Santoña pierda uno más de sus signos de identidad, un elemento con el que se puede contar su historia, que también es la de todos. El Hospital Militar, de época napoleónica, si finalmente se derriba, quedará reducido sólo a un palacio privado, constreñido por edificaciones, imposible de leer y difícil de entender. Santoña continuará su proceso de colmatación urbanística, igualándose a cualquiera de los pueblos que han optado por la especulación más irracional. La dejación de funciones del Ayuntamiento perjudica de manera injustificable a Santoña y a todos los que respetamos y amamos nuestra historia. Y esto pese al largo proceso de contestación por parte de ciudadanos y colectivos amantes del Patrimonio, que han trabajado durante años para revertir la decisión municipal (la administración debiera de ser sólo nuestra gestora ciudadana). No ha habido manera.
Sí, será legal; pero no es moral.
La Carta de Venecia, cuyos principios recoge la actual legislación española de Patrimonio, establece, en su artículo 11, que “en la restauración de un monumento deben respetarse todas las aportaciones que definen su configuración actual, no importa a qué época pertenezcan, dado que la unidad de estilo no es el fin de la restauración”.
Hay que entender que las ciudades, su patrimonio urbano, son producto de su historia, que se manifiesta en sus arquitecturas, sus trazados, sus parques y sus monumentos, y que se mantiene viva en el significado que le otorgan sus habitantes y a partir de las cuales se construye la memoria y la identidad local y social.
En la incoación del expediente Bien de Interés Cultural, se habla del antiguo hospital, “que ocupa una vieja casa solariega”. No es la casa solariega la que se declara, sino el hospital en la casa, por tener, aparte de los valores artísticos del edifico, otros valores de interés histórico y social. El edificio del antiguo hospital, no se entiende sin el ala oeste, perfectamente integrada en el conjunto, (sobre todo su fachada norte y cubierta) que es la parte referencial del edificio en relación con su actividad y que es la que precisamente alude a su uso como hospital a que se destinó en su día y dio origen a la declaración de monumento histórico-artístico. Y no es admisible el argumento de que esa parte no tiene valor arquitectónico. No, no hablamos de eso. Hablamos de su valor como documento histórico construido.
Con la descatalogación y posterior derribo parcial del edificio se producirá una pérdida de presencia y protagonismo del mismo en la trama urbana. La desaparición del ala oeste, que da tamaño y relevancia al conjunto, reducirá el antiguo hospital a un edificio menor, aislado y empequeñecido, a la sombra de un bloque voluminoso de cinco alturas. A la vez, perderá la relación entre edificio y finca, su emplazamiento, fundamental para entenderlo en su contexto, quedará reducido a un jardincito más propio de un chalet adosado. También la apertura de la nueva calle peatonal, aislada de la trama, irá en contra de la estructura de manzanas que caracteriza a la ciudad.
¿Qué va a hacer el Ayuntamiento con el resto de edificios significativos para contar su historia, si no está siendo capaz de utilizar sus responsabilidades para salvar este magnífico conjunto, documento histórico construido de la ciudad de Santoña?
Todavía no es tarde.
“No es de pueblos sabios ver solo suelo donde hay historia… que es vida transcurrida”
José Carlos Juncal Ibaceta
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