Aurelio González-Riancho Colongues

                                                                    Delegado de Hispania Nostra en Cantabria

        No es infrecuente al leer el nombre de una calle o de una plaza preguntarnos quien fue el personaje, probablemente ilustre, que dio su nombre a ese lugar y que en ocasiones y por diferentes motivos ese nombre ha ido degenerando y cambiando para llegar a ser diferente al inicial.

         Esto sucede con la concurrida Marques de la Hermida, esa vía de entrada de Santander que enmarca el muy poblado barrio de Castilla/Hermida, barrio y no es este el motivo de este escrito que debiera mejorar con la futura integración ferroviaria, si se valora no solo la estación de trenes sino un urbanismo a largo plazo.

        Pues bien, poca gente conoce la historia de esa avenida y del personaje, por cierto muy interesante, como tampoco es demasiado conocida la identidad entre otros de los Acebedo, de Antonio López, de Alsedo y Bustamante, de Bonifacio Rodríguez de la Guerra, de Guevara o lo que significó en el devenir histórico de nuestra ciudad las calles de Ruamayor, Rualasal, Arrabal, Enmedio o la perdida San Martin de la Mar.

         El citado marques de la Hermida, que debiera ser Hérmida, como explicaremos, fue Francisco Borja Guerra de la Vega, cuyas raíces le llevan a Ibio y a la casa de la Guerra, que tantos personajes ilustres dio, aunque él naciera en Santander en 1723.  Muy pronto, como tantos otros montañeses, le vemos en Cádiz con la mirada puesta en América donde muchos han prosperado. Se inicia en la Carrera de Indias fundando una sociedad dedicada al comercio marítimo comercio y la navegación con sedes en Veracruz y Cádiz y línea propia entre ambos puertos con nuevos destinos a Londres, Jalapa y otros puertos americanos.

 

           Sus negocios navieros crecen y a Veracruz, llegará también para ayudarle su sobrino, el torancés Francisco Bustamante y Guerra, hermano de Joseph Joaquín, el que es probablemente uno de los más aventajados marinos que han salido de esta tierra.  La Sociedad era propietaria de varios navíos que realizaban trayectos a diferentes puertos comerciales de la península, Europa y América. Las corbetas, “Júpiter” e “Iris” de 197 toneladas, armadas en corso, el bergantín también corsario, “Atrevido” de 75 toneladas que navegaba desde Santander a Saint Maló, el bergantín San Francisco de Paula y  la goleta Santa Ana de 173 tonelada de arqueo son algunos de los navíos que escribieron esta historia.

 

         En el año 1775, la Sociedad se traslada a Cádiz donde contrae matrimonio con María Paula Isabel Francisca Tabernilla Escajadillo¸ su vida familiar y descendencia para siempre será gaditana y jándala aunque sus raíces tiraran con fuerza para enviar a su hijo a estudiar a Villacarriedo y luego contraer matrimonio con la campurriana María Francisca Collantes Fonnegra.

 

 

         La Montaña tenía una escasa producción cerealista, pilar básico de la alimentación y por diferentes motivos en los años 80 de ese siglo se declaró una tremenda hambruna, lo que sensibilizó a tío y sobrino para que desinteresadamente enviaran a Santander desde Filadelfia siete barcos cargados con maíz, harina y trigo, como manifiestan en diferentes escritos…  “compadecido de la necesidad quasi estrema en que estaba toda la provincia los años 88 y 89 quando fue general la escasez en el Reyno, mandó conducir de Filadelfia, Sevilla y Cádiz a los puertos de Cantabria, embarcaciones cargadas de Arina y Granos que hizo bender a la quarta parte del precio corriente” Para 1789 se confirma su llegada y distribución por la provincia, como escriben… “para distribuirlo entre los más necesitados, según nuestras órdenes al costo y costos; les habíamos prevenido repetidamente que por el primero señalábamos como a todo lo demás 26 reales vellón, precio del mercado de Ávila o Santander (donde por nuestra cuenta se satisfarían los fletes al bergantín)”.

 

         Esta ayuda quitó mucha hambre de la población y Carlos IV, agradeció este comportamiento, concediendo a Francisco Guerra de la Vega, el 3 de abril de 1796, el Marquesado de la Hérmida, e invistiendo a Francisco Bustamante y Guerra como Caballero de Carlos III.  El ya marqués fallece en 1800 en Cádiz.

 

        Y porque este sorprendente marquesado de la Hérmida, que no es Hermida como actualmente se reconoce, el secreto nos lo desvela F. J. Polanco Muñoz en un estudio genealógico editado este mismo año por ASCAGEN. El futuro marqués escoge este título que era el nombre de un caserío de su propiedad; “casería compuesta de tierras de pan llevar, prados para yerva y dos casas viejas, sita en el concejo de Yvio de dicho valle”, situado en donde se inicia el monte Mozagro desde Herrera de Ibio, caserío conservado en la actualidad y referente como lugar cultural y restaurante familiar. Tal lugar se llamaba y así se titula la Hérmida, con acento esdrújulo que se ha perdido en su calle santanderina.

 

        Es una bonita historia que tiene que ver con el origen de un lugar y que por falta de explicación fue olvidándose y perdiendo su esencia. Sirva para de alguna manera para animar a que desde el Ayuntamiento se haga un pequeño esfuerzo didáctico con el fin de explicar mejor nuestro callejero en el que además del nombre de la plaza, de la calle o de la playa, una pequeña explicación aclarase y recordase para siempre la identidad y hechos del personaje o el acontecimiento que dio su nombre.