Aquella primavera de 1875 España vivía momentos difíciles: la marcha de Amadeo de Saboya continuada por sucesivos pronunciamientos militares, con el conflicto independentista en Cuba de fondo, las guerras carlistas que no cesaban y la llegada de Alfonso XII para retornar la dinastía borbónica como esperanza y solución, condicionaban el momento. Pero no eran estas cuestiones las que reunían en Terán a Francisco Giner de los Ríos, a Nicolás Salmerón, al abogado Manuel Ruiz de Quevedo y a sus anfitriones, los hermanos Augusto y Gervasio González de Linares. Con el estío llegaba la tregua y la casona de los González de Linares en Valle de Cabuérniga era el lugar tranquilo y apartado que invitaba al diálogo.

El mundo universitario del que procedían había perdido la independencia y con ella su sentido. Unos meses antes, Manuel Orovio Echagüe, Ministro de Fomento, había publicado el “Decreto Orovio” prohibiendo cualquier enseñanza contraría a la fe católica, a la monarquía o al sistema político vigente. Se perdía así la libertad de cátedra y como consecuencia serían expulsados de sus respectivas cátedras, entre otros los profesores Nicolás Salmerón, Emilio Castelar, Julian Sanz del Río, Fernando de Castro y Gumersindo Azcárate, algunos de ellos renombrados krausistas. Otros como los profesores González de Linares y Laureano Calderón, serían detenidos y confinados en el castillo de San Antón en la Coruña, y Giner de los Ríos recluido en la prisión militar del castillo de Santa Catalina en Cádiz.

El Krausismo era un pensamiento de carácter moderado que propugnaba conciliar posiciones históricamente enfrentadas entre idealismo y materialismo, lo individual y lo social, tradición y modernidad. Apostaba por la educación como la herramienta fundamental e insustituible para el desarrollo cultural y social, por la progresiva secularización de las instituciones y por un entendimiento universalista de la cultura como fórmulas para superar el retraso cultural y económico de España, y para ello se debería fomentar la condición ejemplar del profesorado como la referencia intelectual, ética y moral del estudiante.

Alrededor de estos principios, esa primavera, los profesores relegados habían comenzado a reunirse, para en el verano en la casona de Cabuérniga y después en Toledo consolidar la idea de una nueva universidad sin ataduras ni prejuicios. Se estaban dando los primeros pasos para el nacimiento de La Institución Libre de Enseñanza. Al año siguiente la nueva institución abre sus puertas, inspirada en esa filosofía krausista introducida en la Universidad Central de Madrid por Julián Sanz del Río. Desde entonces hasta 1936 mantendrá una necesaria actividad renovadora en la que participaron reflexivos intelectuales de la época.

En esa casona de Cabuérniga habían nacido los hermanos González de Linares, y en este lugar dejaron escritas páginas para la historia. Augusto fundó en 1886 la Estación Biológica de Santander, primer laboratorio español dedicado al estudio del mar y predecesor del actual Museo Marítimo del Cantábrico. Su hermano Gervasio fue pionero en el estudio y desarrollo científico de la agricultura. Rememorando aquel evento, en el año 1992 la UIMP colocó una placa en la fachada del caserón.
Años antes, en 1864, el alcalde de Cabuérniga, Juan Benito Pellón, había iniciado los contactos para construir una Escuela Central que agrupara a los niños y niñas de Terán, Renedo, Selores, Sopeña y Valle. Se escogió para su ubicación el lugar de La Castañera de Terán, un lugar con vocación de plaza próximo al río Saja, poblado con castaños milenarios en donde desde antiguo se reunían los concejos y los vecinos discutían asuntos comunes, y flanqueado por la magnífica iglesia de Santa Eulalia, del siglo XVII, y el cementerio. Se encargó el proyecto al arquitecto aragonés Mariano Pueyo Puyol y en 1873, siendo regidor Gervasio González de Linares, se finalizan las obras y se inicia la actividad pedagógica que se mantendrá hasta el año 1951. El propio González de Linares realiza entonces la primera descripción de estas escuelas, alabándolas como ejemplo a seguir de arquitectura docente.

El edificio de las escuelas de Terán es uno de los más sobresalientes ejemplos de arquitectura docente neoclásica en la región. La resolución formal del acceso y la organización simétrica de en planta de la estructura general del edificio, son de corte clasicista. Posee un cuerpo central de dos alturas con pórtico de acceso, frontón ornamental en paño macizo y campanario. Las alas laterales se caracterizan por una composición de tres vanos en arco que se corresponden con las grandes aulas con trabajadas columnas de madera. El menor fondo del cuerpo central posibilita la creación de un patio central.

En 1986 el edificio pasó a ser propiedad privada y el 29 de agosto de 2000 el conjunto fue declarado Bien de Interés Local del Patrimonio Cultural de Cantabria, con la finca que rodea el inmueble sujeta al mismo régimen de protección. Pero la realidad pone en evidencia que su sola protección legal no es suficiente para impedir la decadencia, y la falta de uso y el paso del tiempo han ido deteriorando de tal forma el edificio que puede llegar al colapso si no se toman las medidas imprescindibles para su conservación y consolidación.

Cada edificio que dejamos caer es una historia menos que contar. Por ello resulta imprescindible un diálogo entre su propiedad, ayuntamiento y Gobierno de Cantabria para poner a salvo un patrimonio de interés cultural y social para el valle y para la historia. Hablamos de un bien arquitectónico pero a la vez ha de entenderse como un recurso de interés económico y social. Entre las muchas posibilidades de dotar a este magnífico edificio de un nuevo uso, se plantea la posibilidad de abrir allí un centro de investigación e innovación sobre la cocina y gastronomía cántabras puede ser el revulsivo necesario que sirva para recuperar el edificio para un uso compatible con su condición original, para activar un recurso cultural y económico de primer orden como es la gastronomía de Cantabria que justificaría una inversión pública, y para poner en valor una parte importante de la historia de Cabuérniga y de la Institución Libre de Enseñanza, de la que tienen derecho a sentirse orgullosos los habitantes del valle y de toda Cantabria.