Los cántabros de la Edad del Hierro vivían en castros situados en zonas elevadas, dotados de murallones pétreos y terreros defensivos y que poseían una gran visibilidad del territorio circundante. La comunicación entre estos castros y el movimiento del ganado hacia los pastos vecinos se hacía por unos caminos de altura que seguían los cordales divisorios entre los valles adyacentes; estas vías permitieron a los indígenas el contacto con otras regiones vecinas e influyeron en su devenir histórico.

La vía prerromana del Escudo comienza en la sierra homónima y discurre a lo largo de 35 kilómetros por el cordal montañoso que separa las aguas que vierten a los valles medios del Pas y Besaya, siguiendo la alineación de montes que van en dirección sur-norte, hasta que este macizo se encuentra con la sierra del Dobra (o de los Hombres) que sigue la dirección este-oeste y que sirve de limite septentrional de los valles citados con la zona costera.

Este viejo camino tendría pues su origen en los cántabros que poblaron los castros de estos montes (la Espina del Gallego, las Lleras cerca del Pico de la Capía o del Dobra y otros). Además, es posible que esta vía fuera conformada previamente por los ganaderos neolíticos cuyos rebaños pastaban en las brañas de altura y dejaban megalitos como testimonio de su presencia, quizás con unsignificado de dominio territorial o de carácter religioso: los túmulos de la sierra de Cuera (o de Quintana) y la Piedra Lucia (en el collado del mismo nombre) que se encuentran en este camino sería una prueba de ello.

Esta vía prehistórica sería utilizada y mejorada por las legiones romanas durante las Guerras Cántabras (29 al 19 a. de C.) de ocupación de nuestra región, tal como han mostrado los hallazgos de varios campamentos romanos en la zona (Cildá, el Cantón y Campo de las Cercas); estos caminos de cordal eran utilizadas por las legiones en territorios que trataban de conquistar, para desalojar los castros, tener vigilado el espacio ocupado y estar en posición de defenderse frente ataques inesperados, evitando, además, cauces de agua de importancia, picos y crestas rocosas.

La vía del Escudo puede dividirse en tres secciones: la primera se desarrolla entre Corconte y el collado del Pombo, tiene unos 15 kilómetros y discurre, en la mayor parte de su recorrido, a cotas que superan los 1100 metros, a lo largo de este tramo se pasa junto a Mediajo Frío (1327 m) y al impar megalito de Piedra Lucia, en el collado (1168 m) del mismo nombre e hito de tres municipios (Luena, San Miguel de Aguayo y Molledo); por el Pombo (859 m), además de la vía S-N del Escudo, pasa una pista E – W que comunica Sel de la Carrera (Luena) con Silió (Molledo).

El segundo trecho, desde el Pombo hasta el Portillón, tiene una longitud de unos 11 kilómetros y una altitud de más de 900 metros en gran parte del recorrido, pasa por Cildá (1061 m) y la Espina del Gallego (969 m), dos hitos singulares de las Guerras Cántabras; por el collado del Portillón (570 m), y perpendicular al camino que se describe, cruza una antigua vía que comunica los valles de Toranzo y de Anievas.

El tercer, y último, tramo va desde el Portillón a Trascampo, tiene una longitud de unos 9 kilómetros y discurre a una altura de más de 600 metros en una buena parte de su desarrollo; este itinerario pasa junto al “Recinto defensivo de Las Matas del Castillo”, posible poblado indígena, a uno de los túmulos funerarios que se encuentra al sur de Cuera (814 m) y al gran campamento romano de las Cercas. El collado de Trascampo (292 m) es el paso natural entre la zona de Puente Viesgo y el valle de Buelna y es muy probable que se haya venido utilizando desde tiempos prehistóricos, sólo debe pensarse que a ambos lados de este paso se encuentran cinco cuevas Patrimonio de la Humanidad, una (Hornos de la Peña) en Tarriba de San Felices de Buelna y cuatro (El Castillo, Las Monedas, La Pasiega y Las Chimeneas) en el Monte Castillo de Puente Viesgo; por lo que es presumible que nuestros antepasados del Paleolítico utilizaran esta depresión junto a la “Sierra de los Hombres” (evocador nombre), en la cual se ubica este cónico y singular monte que alberga arte rupestre de gran calidad; asimismo, la zona habrá sido frecuentada sistemáticamente por los ganaderos Neolíticos como lo indican los citados túmulos de la Sierra de Quintana.

Comentar, que el autor de este artículo ha recorrido varias veces esta vía del Escudo y resalta la belleza de la misma y la emoción que se siente al pisar espacios ligados a la historia de Cantabria de hace más de 2000 años. Finalmente, añadir que este viejo camino podría utilizarse como un importante recurso turístico ligado al patrimonio paisajístico e histórico que posee. Para más información puede consultarse el magnífico estudio “La vía romana del Escudo” de Javier González de Riancho Mazo (1988) o el libro “Un viaje por los caminos y puentes de las comarcas centrales de Cantabria” de Luis Villegas Cabredo (2020), https://bit.ly/3nuhd4m .