Gaudeamus Igitur, (alegrémonos pues) por el Patrimonio Arquitectónico y Cultural en Cantabria. Es tiempo de celebrar que un excepcional edificio histórico, el Palacio de los Acebedos en Hoznayo, está siendo restaurado tras décadas de vergonzante abandono y desidia. Es iniciativa de unos hijos del pueblo, los hermanos Miguel y Elías Diego, socios del Grupo Los Pasiegos, que de niños jugaron en su entorno, y hoy nos demuestran el aprecio y profundo orgullo que su tierra, historia y patrimonio merecen. El Palacio, una de las joyas de la arquitectura civil de Cantabria, está siendo rehabilitado como hotel, con proyecto del arquitecto, catedrático y académico Rafael Manzano, para un uso compatible e imprescindible para hacer sostenible su conservación. Una vez más, la generosidad y audacia de la iniciativa privada permite salvar un patrimonio que es también de todos, involucrándose y asumiendo riesgos que la administración se ha demostrado incapaz de acometer. 

Tan loable iniciativa va acompasada del rigor y sabiduría con el que se desarrolla la obra, para devolver a este conjunto palaciego edificado a partir de 1613, la noble esencia infundida por el linaje de los González Acebedo. Una restauración integral, que contempla también el ajardinamiento del entorno, según los cánones de la época.

       La titularidad del Palacio de Los Acebedos la ostenta hoy la Casa Ducal de Medinaceli, constituida en fundación para poder gestionar o mantener los innumerables inmuebles que han ido heredando por toda la Península.  El convenio entre titularidad y promotores va a permitir salvar un elemento emblemático del Patrimonio, documento material de la Historia de Cantabria.

         Sabemos que en el siglo XVI se alzaba en este lugar de Término, en Hoznayo, una torre solar del linaje, de carácter defensivo y junto a ella, la ermita de San Pantaleón. Los cuatro hermanos Acebedo escribieron las primeras páginas de un linaje que forma parte decisiva de la historia cortesana y eclesiástica española de la primera mitad del siglo XVII.

        En 1613, el arzobispo de Burgos, Presidente del Consejo de Castilla, miembro del Consejo de Estado, Patriarca de las Indias e Inquisidor General y Alcaide del Castillo de San Felipe de Santander, don Fernando de Acebedo, confía al arquitecto trasmerano Juan de Naveda, Maestro Mayor del Arzobispado de Burgos y de las Fortalezas de la Costa, la construcción de un nuevo palacio adosado a su antigua torre-solar en Hoznayo.

En sentido perpendicular a esta torre y adosado a ella, se construyó el cuerpo de casa principal entre dos torres esquinadas, con planta rectangular. Fue labrado enteramente en sillería y articulado mediante un orden gigante de pilastras dóricas cajeadas del más puro estilo herreriano. El cuerpo central de esta fachada se articula en dos pisos separados en alzado por una imposta refajada, alojando en el piso noble los aposentos principales desde donde partía el pasadizo que permitiría al arzobispo asistir a la celebración litúrgica de la capilla desde un espacio privilegiado: la tribuna. Esta capilla adosada al otro lado de la torre solariega, fue concebida por Naveda con planta de cruz latina y unas bóvedas de dimensiones extraordinarias para un palacio privado, para ser panteón familiar bajo la advocación de San Juan. En los muros laterales de la capilla mayor se abrieron arcosolios destinados a cobijar los bultos funerarios de los hermanos Acebedo, labrados por los escultores sorianos Gabriel de Pinedo y Esteban Fernández. Estos bultos fueron trasladados hace años para ser custodiados en el Palacio de los Hornillos, en Las Fraguas, y al finalizar las obras volverán al lugar donde deben estar.

El diseño del Palacio de los Acebedo supone la traslación a Cantabria del modelo cortesano de arquitectura civil implantado en Lerma y en Medinaceli por los arquitectos de la corte, los Gómez de Mora, siendo esta la obra cumbre del pleno clasicismo en la arquitectura civil de Cantabria.

 

          Todo el conjunto fue declarado Monumento Histórico-Artístico de carácter Nacional (Febr-1979), y en 2003 las estatuas orantes de los Acebedos fueron declaradas Bien de Interés Cultural, BIC, en la categoría de mueble, si bien, no impidió su posterior abandono y degradación. Hoy la nueva la situación torna un destino favorable.

          Arbor bona, bonos fructus fecit, (el buen árbol produjo buenos frutos), reza sobre el arco de medio punto del torreón originario. A tal lema están respondiendo los hermanos Diego, que hoy rescatan este monumento de una anunciada ruina y lo ponen en disposición de ser disfrutado por el público. Todos debemos felicitarnos por la iniciativa y dar la enhorabuena a los promotores con todo nuestro reconocimiento.

        Sirva este como encomiable ejemplo del fértil beneficio que la recuperación del patrimonio histórico aporta a la sociedad contemporánea, pues a través de ellos se reconoce la antigüedad del territorio en que se ubica, la historia que conlleva y los méritos alcanzados por los que allí habitaron. Queda también patente con sus blasones y divisas la dignidad y nobleza de sus gentes, señalando los más altos ideales que sostienen nuestra convivencia. Al rehabilitar el edificio queda constancia del aprecio y justificado orgullo de sus habitantes por su historia y patrimonio, dejando a toda la sociedad en muy buen lugar. Por todo ello, solo cabe agradecer la iniciativa y generosidad de quienes ofrecen a su sociedad la recuperación de uno de sus más importantes bienes históricos, un acto que por extensión representa y honra a todos los cántabros.

Esperanza Botella, Celestina Losada, Aurelio G-Riancho, Domingo de la Lastra, Miguel de la Fuente, Orestes Cendrero, Javier Marcos, José M Cubría, Rosa Coterillo, Ignacio Rosales, Cesar Pombo, Esther Sainz-pardo, Ana Trimallez, Mina Moro, Montse Martin-Sáez, Luis Villegas, Mercedes Fernández, María Luisa Ruiz, Alberto G Hoyos, Marina Bolado, Ana Lastra, Carmen Sarasua, Ignacio G-Riancho. Daniel M Revuelta, Ignacio Lombillo.