Se cuenta que San Francisco de Asís pasó por Cantabria hacia 1212 y que en Santander fundó, extramuros, el desaparecido Convento de San Francisco, que fue el primero en aquella villa marinera y cuya presencia se extendería durante siete siglos. En 1838, junto a los conventos de Santa Clara y Santa Cruz, en la calle Alta, fue desamortizado para convertirse en cuartel y, más tarde, sufriría diferentes vicisitudes hasta llegar al definitivo abandono. En su solar se construyó el Ayuntamiento de Santander y el Mercado de la Esperanza. A Ernesto del Castillo Bordenave, el llamado alcalde “piqueta”, que derribó el Puente de Vargas, la Estación de la Costa, la ermita de San Roque en el Sardinero, etc., le cabría en 1936 el triste honor de derruir la iglesia.

     En 1941, con proyecto de Javier González de Riancho, se levantó en la Plaza de la Esperanza la actual iglesia de San Francisco, que hacía recordar a la desaparecida, aunque ya sin la presencia de los PP. franciscanos y bajo la dependencia del obispado de Santander.

    En los años 50 del siglo pasado, una nueva congregación franciscana de “hermanos menores”, como así se autodenominaban, se instala en la zona de San Fernando y Perines. Sus inicios no fueron fáciles. La solidaridad de los vecinos y su empecinamiento y constancia lograron un primer y humilde lugar de culto: la Capilluca de la Virgen de Fátima, en un solar con entradas desde las calles de Perines y de Mies del Valle. En 1964 el arquitecto vasco Luis Alústiza proyectó la actual y moderna iglesia con una residencia franciscana. En 1969, el templo se convirtió en parroquia con devoción a Santa María de los Ángeles.

    Desde el exterior, el templo pasa desapercibido. Su fachada se integra discretamente en la calle con una cuádruple arcada de hormigón de formas cubistas y una imposta superior que divide en dos el alzado, con las ventanas de la residencia en su parte superior. Su aspecto sencillo, su carácter austero y la crudeza de materiales son expresión de los principios que rigen el pensamiento de la propia orden.

   Cuando se accede al interior, se entiende mejor el interés de esta edificación. Al entrar, aparece una gran sala con un amplio patio de butacas y anfiteatro superior, coronado con enormes vigas de hormigón que abarcan y abrazan la totalidad del espacio, y lucernarios que pueblan los techos de su crujía central. El presbiterio, elevado a manera de escenario, tiene como fondo un gran paño de piedra de mampostería vista. En el lateral destaca su magnífico órgano, cuyas formas armonizan con la arquitectura de la iglesia, y mucho más cuando se percibe su poderoso sonido. Igual de atractivas son las coloridas vidrieras del franciscano Javier Eulate que, sorprendentemente, dada su posición entre medianeras, cubren las paredes de entrada y laterales con un paisaje abstracto de luz y color. Sus modernas esculturas religiosas, obra del también franciscano José Luis Iriondo, y la plasticidad de las barandillas del anfiteatro, suman un singular patrimonio donde arte y arquitectura se dan la mano.

  Hoy, 50 años después, la falta de vocaciones sacerdotales ha provocado de nuevo que los PP. franciscanos decidan marcharse de Santander y, en consecuencia, que la sede que actualmente ocupan pueda desaparecer o transformarse de forma irreversible. Se tienen noticias de que la congregación pretende vender el edificio y parece ser que se han barajado diversas ofertas que aún no han fructificado.

     Que la ciudad pierda un lugar así supone dilapidar una arquitectura que aún debería ofrecer un importante servicio a la comunidad. La actividad cultural de Santander se circunscribe a su área central, mientras que al Oeste de la calle Burgos no existe ningún teatro, centro cultural o sala de espectáculos, a pesar de que en esa área vive un gran volumen de población, lo que justificaría la existencia de un equipamiento cultural de estas características donde organizar conciertos, conferencias, representaciones teatrales, exposiciones, recitales o, incluso, bodas o determinadas celebraciones religiosas. Debemos ser flexibles para que puedan convivir lo cultural con lo “cultual”. El tamaño y las características y cualidades del edificio así lo confirman. Tiene un aforo de casi 1000 personas sentadas y dispone de una magnífica acústica, alabada por quienes han tenido ocasión de actuar en este espacio.

     La actual sede de los PP. franciscanos forma parte, sin duda alguna, de la historia y de la identidad de los barrios y calles que lo circundan. Allí se ha realizado una importante labor pastoral, pero también han tenido lugar destacados conciertos, como los protagonizados por varias corales de la ciudad y por nuestra banda municipal. Vivimos en la era del reciclaje y, ¡qué mayor ejemplo que reaprovechar nuestro patrimonio para resolver nuestras necesidades presentes y futuras.

   El Ayuntamiento de Santander, la propia comunidad franciscana, el obispado, e incluso el Gobierno de Cantabria, deberían ser sensibles -la sensibilidad es el vestido más elegante de la inteligencia- y hacer un esfuerzo para evitar la pérdida o el abandono de este edificio cuya arquitectura se merece un largo y provechoso futuro.

 

Aurelio G-Riancho, Domingo de la Lastra, Fernando Abascal, Claudio Planás, Esther Sainz-Pardo, Alberto Gutiérrez Hoyos, Rosa Coterillo, Luis Villegas, Esperanza Botella, José M Cubría, Ana Trimallez,  Miguel de la Fuente, María García-Guinea, María Luisa Ruiz, Joaquín Mantilla, Ignacio Lombillo, Orestes Cendrero, Ana Lastra, Manuel Zúñiga, Mina Moro, Sara G Riancho.