Hay ocasiones en las que, de próximo y cotidiano, somos incapaces de advertir el verdadero valor de lo que nos rodea (suprimir esta coma) y solamente cuando sentimos la posibilidad de perderlo, comenzamos a echarlo de menos.

En el extremo Sur-Oeste de los Jardines de Pereda hay un pabellón-gasolinera construido en el año 1959 para la empresa CAMPSA, que venía a sustituir el surtidor que había entonces, que no disponía de cubierta. Firman el proyecto el Ingeniero Director del Puerto de Santander, el ingeniero auxiliar y el Ingeniero Jefe de CAMPSA. El diseño inicial de 1952 se debe al arquitecto Juan José Resines, desarrollando el proyecto los ingenieros Luciano Abriaque y Alejandro del Cerro, y siendo construido por la empresa del ingeniero Agustín Gómez Obregón.

Se concibe como una gran ala de hormigón armado de planta elíptica, que levita por todo su derredor cubriendo la estancia de los automóviles. Su atrevida visera queda atirantada desde la parte superior por medio de costillas que equilibran simétricamente los vuelos, queda así invisible su mecanismo de sustentación. Para subrayar esta exquisita audacia, la cubierta se apoya únicamente en dos columnas colocadas en lo que serían los focos de la elipse, donde se recoge el agua de lluvia en dos bajantes que atraviesan el centro de ambos pilares. Entre ellos se sitúa la oficina acristalada, un cilindro de cristal que pone en evidencia el efecto de ingravidez alcanzado. El pabellón ha llegado al presente muy poco alterado, manteniendo íntegras las características estructurales, compositivas y constructivas, conservando las carpinterías y sin elementos añadidos que hubieran deformado su imagen original.

Esta audaz estructura de hormigón armado reúne influencias de importantes nombres de la ingeniería y arquitectura española de esos años, como el arquitecto Casto Fernández-Shaw –autor de la gasolinera del Paseo de la Castellana en Madrid, reconstruida hace pocos años– y los ingenieros Eduardo Torroja y Carlos Fernández Casado –este último autor, junto al arquitecto Luis Gutiérrez Soto, de las actuales estaciones de ferrocarril de Santander–.

La marquesina de los Jardines de Pereda cobija historias cotidianas de familias apretadas en un seiscientos, señoritos en su motocicleta recién estrenada, viajantes, repartidores y mucha gente corriente, memorias de una existencia que a su paso deja señales, que nos acompañan. ¡Pobre soledad la de los lugares sin memoria!. Bajo la marquesina los recuerdos mantienen en pie el afilado alarde estructural, con mayor tenacidad que las armaduras de acero que lo atirantan, solo si se destruyeran los recuerdos sucedería su verdadero derribo. Las estructuras de ingeniería bien concebidas reflejan el servicio social que amparan y la expresión, sencillez y conocimientos que evidencian su resistencia lógica, como el comportamiento natural del organismo que imaginamos pudiera habitar en ello, un gesto intelectualmente amistoso hacia algo que desde su aparición resultó cotidiano.

Muchas de estas obras han pasado a reconocerse en España y en otros países como patrimonio cultural del siglo XX. El valor del Pabellón de los Jardines de Pereda ha sido reconocido internacionalmente al incorporarse dentro del Catálogo de Patrimonio de la Modernidad por la Fundación Internacional DOCOMOMO Ibérico. Igualmente existen en Santander un conjunto de pabellones construidos en el siglo XX que, independientemente de su modesta escala, es necesario apreciar adecuadamente, tales como el apeadero de San Martín, el quiosco de la Plaza de las Brisas –proyectados por el arquitecto municipal Ramiro Sainz Martínez– o el hermoso pabellón de los prácticos del arquitecto Javier González de Riancho.

La construcción de la nueva sede de la Fundación Botín, con el paso subterráneo y la remodelación de los Jardines de Pereda, imposibilitan su uso como gasolinera, sin embargo, su posición no queda afectada por las obras, no existen circunstancias objetivas que obliguen a su derribo. Confirmado este extremo, resulta indispensable su conservación y catalogación sabiendo que cualquier adaptación debiera preservar las características que conforman el bien, admitiéndose únicamente aquellos usos compatibles con el mantenimiento y recuperación de las condiciones constructivas y estructurales originales. Su forma elíptica parece sintonizar con los trazados elípticos que propone la remodelación de los jardines de Pereda, e incluso con el proyecto de Renzo Piano, cuya planta reproduce un sector de elipse. Su versatilidad formal para encontrar un uso futuro es inmediata: pabellón de información turística, quiosco de flores o de recuerdos, pequeño bar, refugio vinculado a la zona de juegos infantiles o sencillamente su conservación y puesta en valor como la hermosa obra que es, dando apoyo a cualquier actividad cultural.

El incendio de Santander 1941 no solo destruyo el paisaje donde nos correspondería vivir, también taló de amnesia las señales que sostenían numerosas historias que ya no tuvieron una presencia que justificar. Defendemos como patrimonio las más relevantes de esas señales, las que mejor sirven para contar lo que fuimos, es decir, lo que somos, aportan trascendencia y sabiduría al paisaje vital en que habitamos. La desaparición del ala elíptica de hormigón de los jardines de Pereda supondría el olvido de la historia del lugar y la pérdida de una pequeña gran joya de la ingeniería-arquitectura realizada en Cantabria durante el siglo XX.