Plataforma “Salvar la Magdalena”

Siguiendo un ciclo anual, los arenales retroceden en los meses de invierno para volver a recuperarse progresivamente en las estaciones más bonancibles. Nuestras playas cambian de forma y de altura para adaptarse a los rigores climáticos. La naturaleza sigue su curso independiente de los intereses humanos. Convivir con ella requiere dejar de preocuparnos de cómo nos gustaría que fuera, e investigar cómo es realmente, para aprender a comportarnos de manera compatible con su forma de ser. Parece mentira que después de tantos desastres provocados por el ser humano hacia la naturaleza, que siempre se vuelven en nuestra contra, sigamos empeñados en contradecirla de manera presuntuosa para imponer nuestros intereses.

Es consabido que a lo largo de la historia nuestra bahía ha perdido más de la mitad de su superficie de agua, que ello ha mermado su capacidad de regenerarse y se acelera su colmatación. Si no revertimos este proceso, nuestros nietos verán un paisaje muy diferente al que nosotros hemos disfrutado.

Resulta contradictorio pretender concienciar a nuestros hijos en la necesidad de preservar el planeta para evitar el cambio climático, y sin embargo destrozamos con un brutal espigón de escolleras la ensenada de La Magdalena porque queremos transformarlo en un arenal donde quepan muchas sombrillas y toallas en verano. La Magdalena y Peligros eran playas estrechas que se cubrían parcialmente con las pleamares vivas. Los paisajes privilegiados de Reina Victoria y Sardinero son un patrimonio natural y cultural que merecerían declararse Paisaje Cultural, para que se reconozcan sus valores y no se caiga en la torpe tentación de desnaturalizarlo.

Hasta hace un par de años, teníamos una razonable relación con La Magdalena que permitía disfrutar de una playa incluso mayor que su forma original, a costa de un sencillo mantenimiento de las arenas en cada inicio de temporada. Sin embargo, para algunos no era suficiente y han querido contradecir las corrientes con espigones que, una vez construidos, resultan perjudiciales. El equilibrio se ha roto y la naturaleza quiere recobrar lo que le pertenece, y claro, nos quejamos por ello. Aun así, hay quienes no quieren aprender lección alguna e insisten en doblegarla, en derrotarla a costa de destruir su ensenada, el paisaje, las corrientes naturales y la playa que era.

Recupérese la Magdalena que han pretendido destruir y que la naturaleza no acepta, porque nunca fue así. Los actos destructivos del presente son una auténtica traición a nuestros hijos y nietos, al anteponer nuestras ambiciones a la conservación de los valores naturales. En los últimos años hemos asistido a agresiones inexplicables de la costa de Santander: La Senda Costera sobre los acantilados de Cueto, Monte y San Román, una obra absurda que se ha dejado abandonada, como si quisieran así castigar a los ciudadanos que tuvieron la sensibilidad y el ánimo para oponerse a ello; Se construye  un espigón de escolleras en la Magdalena que destruye el mayor símbolo del paisaje de la ciudad, y se vuelven a dejar las obras abandonadas, sin recoger las montañas de grava y piedras, tiradas en la entrada a la playa e incomodando a los paseantes, como si se pretendiera degradar la situación y agriar el ánimo ciudadano; Recientemente, el Puerto ha cerrado y rellenado uno de los brazos de la ría de Raos que conectaba con las marismas de Alday, con total opacidad, dañando a la propia bahía de la que depende. Mientras, el puntal sigue creciendo de manera artificiosa y  estrangulando la entrada de la bahía, porque nadie toma medidas con criterios científicos y ecológicos. Al mismo tiempo, el muro que cierra la segunda playa del Sardinero, construido sin ningún estudio hidráulico, provoca que las olas barran y erosionen el arenal.

¿Qué ha sido de la idea de crear una Mesa de Gestión de la Bahía con el objetivo de definir criterios de conservación, y que oriente las actuaciones a realizar compatibles con su comportamiento natural?, ¿Qué fue de la idea de realizar un Plan de Recuperación Ambiental de la Bahía?. La sostenibilidad no es publicidad de un producto cosmético, es la realidad que espera a nuestros descendientes si no hacemos nada para auto-contenernos. El mejor principio de conservación es el que piensa en la calidad del medio natural en el futuro. Podemos hacer todas las obras del mundo, pero nunca podremos devolver la naturaleza y el paisaje que destruimos, pero que egoístamente tuvimos el privilegio de disfrutar.

La Demarcación de Costas en Cantabria ha tenido la responsabilidad de permitir y liderar todos estos desaguisados, con el descalabro económico millonario que ello ha supuesto, y que aún queda por corregir. Nadie reconoce equivocaciones, nadie pide disculpas y nadie exige responsabilidades. Se mantienen durante décadas responsables con criterios absurdamente alejados de la sensibilidad ambiental que exige el mundo contemporáneo. Se han comportado como verdaderos enemigos de la costa, por la que deberían velar. Nadie ha cuidado de la bahía, ni se anteponen criterios de conservación. La costa de Cantabria y nuestra bahía están, simple y llanamente, fuera de Control. Pensemos en la sostenibilidad del planeta, pero cuidemos la naturaleza y el paisaje que están a nuestro lado.

 

Miembros de la plataforma “Salvar la Magdalena”: Domingo de la Lastra, Manuel Zúñiga, Aurelio G-Riancho, Carlos García, Alberto Domínguez, Arturo Lastra, Angel Chamizo, Eduardo Manzanares, Adán Musi, Javier Gómez-Acebo.