En la década de 1980 Joseph M. Bessette crea el concepto de “democracia deliberativa” que apelaba a una nueva relación, complementaria a la democracia representativa, entre el poder político y la ciudadanía, entre la sociedad política y la sociedad civil. En cierta medida se alude a la práctica surgida en la Grecia Antigua, de debatir en la plaza pública (“ágora”), asuntos que interesaban a todos los ciudadanos. Es evidente que en la actualidad, la idea de espacio público ha cambiado completamente y el antiguo ágora se extiende a cualquier ámbito abierto a toda la sociedad, por excelencia los medios de comunicación y las redes sociales, pero también un parque, una sala de conferencias, un club social, un museo, y allá donde los ciudadanos pueden dialogar y compartir ideas.

En este contexto, el debate sobre el proyecto de decorar el faro de Ajo por parte del artista Okuda San Miguel, presentado el pasado 28 de mayo y promovido por tres instituciones: Ayuntamiento de Bareyo, Autoridad Portuaria de Santander y Gobierno de Cantabria, ha provocado que no menos de una decena de instituciones y asociaciones profesionales y cívicas, sin constituir ningún frente común ni consensuado, manifestaran públicamente su contundente oposición al proyecto.

Los motivos de este rechazo se pueden sintetizar en que el proyecto es inconjugable con los patrimonios cultural y natural, y que una cosa es conciliar cultura y actividad económica y otra bien diferente banalizar la cultura como herramienta para generar ingresos a cualquier precio. Esta es una realidad que define la imperante cultura de masas, denunciada por intelectuales y artistas, quienes han mostrado su radical reprobación.

Frente a la voz de la sociedad civil, se enfrentan las manifestaciones de los representantes políticos de las instituciones mencionadas, y las del artista Okuda San Miguel. De todas ellas vamos a extraer sus argumentos más significativos, recogidos en los medios de comunicación.

Para el presidente Miguel Ángel Revilla lo constituyen tres ideas: En primer lugar, y dicho con sus propias palabras: “a mí me gusta”, pues “el color blanco actual le gustará a alguien, pero no veo que tenga ningún atractivo”, y afirma en tono despectivo que la finca donde está el faro carece de utilidad alguna pues en ella “pacen dos vacas” y la hierba está abrasada por el salitre. Sus comentarios hacen recordar al rey Luis XIV de Francia que cuentan dijo: “L’Etat ç’est moi”; el Estado soy yo, y dirimía lo que era bueno para él y para Francia. Añade también que el proyecto se convertirá en un “atractivo turístico” y “un activo más”, al poseer “un Okuda”. También justifica la actuación en que el faro ha perdido su uso, hecho incierto pues cada noche continúa lanzando sus destellos al horizonte. Aunque si siguiéramos su modo de pensar debería hacerse lo mismo con cualquier ermita, rollo, humilladero, asubio, cruceros y santucos de ánimas que aún quedan en nuestra Cantabria. Su proceder ignora de un plumazo cualquier otra lectura al respecto, como entender el atractivo del propio faro de Ajo y del entorno natural que ocupa, y que el color es el que corresponde a su función que, en palabras de un capitán de la marina mercante: “todavía hoy es de suma utilidad para la navegación”.

El alcalde de Bareyo, José de la Hoz, al que pertenece Ajo, alega que el proyecto convertirá al pueblo en “un enclave estratégico a medio camino entre el Guggenheim de Bilbao y el Centro Botín de Santander”, y añade la idea de hacer un museo de esculturas similar al de Chillida-Leku, que pudiera atraer mucho turismo. Pretender situar en un mismo nivel la pradera del faro de Ajo con el Museo Guggenheim o el Centro Botín es una desmesura. Por otro lado, un parque de esculturas no resulta verosímil porque, en comparación, los fondos museísticos del Chillida-Leku proceden del patrimonio propio de Eduardo Chillida, lo cual no es poco.

Para finalizar, el artista Okuda declara que “Las críticas al proyecto del faro son una cuestión de política y de ignorancia”, desacreditando la independencia de las opiniones ajenas, y prejuzga con arrogancia la carencia de conocimientos de quienes se oponen, sirviéndose de sólidos argumentos, al proyecto. Endeble posición la de quien lanza adjetivos descalificatorios a los que piensan diferente. Cabe señalar que quienes integramos las diversas instituciones o asociaciones que han expresado su opinión, no participamos de una ideología común, y que la ignorancia no va con nosotros. Por otra parte, nadie ha cuestionado el talento de Okuda San Miguel, que, por cierto, lo posee a raudales y lo ha probado internacionalmente, lo que se pone en cuestión es la pertinencia del proyecto, por encontrarlo “fuera de lugar”.

La imagen de unas instituciones que actúan de forma ajena a la opinión de la sociedad que representan, resulta anacrónica y da idea de la falta de diálogo social y cultural con el que nace la iniciativa. Quienes representan esas instituciones parecen olvidar que tienen la responsabilidad de administrar unos patrimonios y valores que no son suyos, sino de su sociedad, que a su vez es heredera del esfuerzo de nuestros antecesores, cuyos frutos gozamos.

El hecho de que estén dispuestos a imponer la intervención en el faro y acantilados de Ajo, a pesar de las opiniones contrarias de gran parte del mundo cultural y artístico de la región, da idea del personalismo con el que actúa la clase política, y la falta de asesoramiento del que incluso alardean. Resulta impropio de las sociedades evolucionadas y da idea de lo poco acostumbrados que estamos al diálogo entre el poder político y la ciudadanía. La “democracia deliberativa” es sencillamente contar con la opinión de la propia sociedad a quien va destinada sus obras, y que en no pocas ocasiones pueden opinar y aportar alternativas con mejor criterio que quienes deciden.

Ramón Maruri, Luis Villegas, Domingo Lastra, Aurelio G-Riancho, Esperanza Botella, Angela de Meer, Juan Carlos Zubieta, José María Cubría, Mercedes Fernández, Joaquín Mantilla, Eloy Velázquez, Esther Sainz-Pardo, Orestes Cendrero,  Miguel de la Fuente, Fernando Mantilla, Alfonso Moure, Lourdes Ortega, Ana Rubio, Ana Lastra, Claudio Planás, María García-Guinea, Fernando Vierna, Carmen Alonso, Juantxu Bazán, Fernando Vierna, Carmen Moro, Claudio Planás,