Grupo Alceda
Una persona íntegra es aquella que tiene la voluntad de hacer lo que cree que se ha de hacer, sin menospreciar los intereses de otros, pero consciente de la responsabilidad de llevarlo a cabo. Es capaz de aplicar pasión a cuanto hace, con vocación y determinación, sin aspirar a otra cosa que hacer bien su labor. El amor a la obra bien hecha, que él mismo se exige, para orgullo de todos. Grandes personajes de toda época y disciplina, han puesto en evidencia las capacidades que tendríamos todos, pero que solo unos pocos tienen la inquebrantable determinación de hacerlas realidad. Cuando se tiene al lado alguien así, es menester que nos honra reconocerlo y señalarlo como ejemplo del que aprender. Por ello, el Grupo Alceda ha creído merecedor del Reconocimiento 2020, el trabajo en la conservación del Patrimonio Cultural que ejemplifica el campanero Abel Portilla.
Abel, es el último de los fundidores tradicionales de campanas que existe en Cantabria. Artesano de larga ascendencia de campaneros, los Portilla, recuerda cuando en las frías tardes de invierno, al llegar de la escuela, se acercaba al calor del fuego en el viejo taller familiar: “Nosotros éramos campaneros, siempre lo habíamos sido y yo también lo sería. Mi interés se centraba en fijarme en el más mínimo detalle que, traspasado de padres a hijos, suponía un gran pozo de sabiduría en torno a este difícil arte. Sobre él he volcado toda mi experiencia, recogida a través de los años en los que he ido fundiendo el metal de mil y una maneras, con formas una y otra vez corregidas para presentar algo que amo con pasión y profunda ilusión”.
Desde la cuna se impregnó del oficio de campanero, y en ello ha volcado su ansia de conocimiento y perfección, estudiando, aprendiendo música para “fundir en determinadas notas”, o dejándose asesorar por expertos de distintas disciplinas. Frente a una sociedad que menosprecia los conocimientos que no provengan de lo universitario, Abel no es gente forjada en los estudios, su sabiduría se ha adquirido como suma de experiencias, las que sus antecesores le entregaron y las que él mismo, con la inquietud propia del más avezado científico, ha sido capaz de extender.
La suma de su talante, constancia, sensibilidad y conocimiento, le ha llevado a ser uno de los mejores campaneros del mundo, reconocido así internacionalmente. Anota, calibra, maneja su instinto para calcular con total precisión la temperatura a la que se ha de fundir el metal y lograr el más bello sonido. Aplica sobre ellas bellas ornamentaciones y representaciones simbólicas de aspectos morales o naturales, muchas tienen que ver con iconografías tradicionales, y algunas otras que se atreve a incorporar de su propio crisol.
Abel es también ejemplo de generosidad. Podría haberse dedicado a hacer y vender campanas industriales, sin embargo ha optado por el difícil camino de ser campanero según la tradición más ancestral, y se empeña en divulgar este antiguo arte a los demás. Para ello ha creado un Museo de las Campanas en San Mamés de Meruelo, con una colección que él mismo ha construido al evitar destruir las antiguas campanas que le traían rotas. En vez de volverlas a fundir para recuperar su bronce, siempre se hizo así, las rescataba y ponía de su peculio un nuevo metal. Ello demuestra que tiene demasiado amor y orgullo por su oficio, como para destruir su propio pasado. El museo recibe visitas de colegios, instituciones, investigadores y turistas, y sería estupendo que se diera el valor que merece este singular recurso cultural creado con el esfuerzo personal de él y su familia, para que ayude a dinamizar el municipio y la comarca, que tradicionalmente han sido cuna de campaneros.
En su casa familiar rehabilitada ha recreado un horno tradicional donde cada año, en la última quincena de agosto, funde campanas a la vista de todos y se crean encuentros donde los mejores expertos teóricos, fundidores y tañedores de todas partes del mundo acuden a Vierna de Meruelo convocados por Abel Portilla, toda una celebración del buen hacer artesano, abierta a cuantas personas quieran acudir.
No es extraño ver a Abel con su tabla de surf cabalgando las olas de ese mar bravío que baña sus playas trasmeranas, o recorriendo el interior del territorio en su moto, quizás ojeando campanas, sintiendo el aire, la soledad y el paisaje. Sus últimos trabajos, una campana de 5.000 Kg. para Oldenzaal, en Países Bajos, otra para Marsella, Francia, o en Papúa, Nueva Guinea, dan idea del prestigio internacional de su nombre. Vienen buscando sus campanas porque “tienen alma”, frente a las realizadas con procesos industriales. Este año, sólo en España ha fundido unas sesenta campanas, y tiene un proyecto de carillón, una octava de doce campanas, para el Gran Teatro del Liceo de Barcelona.
Aun así, el gran drama de Abel Portilla es no encontrar a quien transmitirle su legado. Si no cambian las cosas, cuando el falte se perdería su sabiduría. Durante siglos los oficios se han transmitido de manera oral y práctica, no se pueden aprender solo en los libros, se necesita compartir experiencias junto al que sabe, hablar, convivir, ilusionarse, sufrir quizás y, sobre todo, ver hacer. El maestro espera encontrar quienes le demuestren ilusión, tesón y amor al oficio de campanero. Sería una pena que con él se perdiera este oficio tradicional que ha llevado el nombre de Meruelo y de Trasmiera por el mundo.
Cuando le comunicamos nuestro reconocimiento por su trayectoria en cultivo y defensa del Patrimonio, agradecía profundamente la ilusión que ello le infunde para su trabajo, mientras se emocionaba: “Os puedo decir que mis campanas no son producto de la casualidad, sino de muchas horas de trabajo y mucha fe en todo lo que hago”, valores humanos que quiere trasladar a sus campanas, como ejemplos de los que todos deberíamos aprender y sentirnos orgullosos.
Esperanza Botella, Maricel Losada, Aurelio G-Riancho, Domingo de la Lastra, Miguel de la Fuente, Mercedes Fernández, Javier Gómez-Acebo, Luis Villegas, Eva Fernández, Javier Marcos, Esther Sainz-Pardo, Rosa Coterillo, María García-Guinea, Ana Trimallez, Ana de la Lastra, Juan J López-Ibor, Claudio Planás, Marina Bolado, Ana Martínez, María José Trimallez, Angelines Basagoiti, María José G-Acebo, Orestes Cendrero, Montse Martin-Saiz, Manuel Zúñiga, María Luisa Ruiz, Fernando Mantilla, Clemente Lomba, Manuel L-Calderón
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