Grupo Alceda

 

 Cuesta creer que estemos de nuevo en el año 2012, cuando la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria anuló el Concurso Eólico por defectos de forma y de fondo, aconsejando, entre otras cosas, un serio estudio medioambiental,  es decir, demandando a los responsables, que son los mismos que están ahora, una mejor gestión del asunto.

Entre aquellos años de 2009 y 2012, los ciudadanos, ante un desafortunado plan eólico similar al que de nuevo pretenden ahora, les dijimos a nuestros gobernantes que el territorio es muy importante, que no es lo mismo un páramo y una estepa que un valle fluvial del norte o una cordillera y que hay lugares frágiles y otros que lo son menos, que se deben escoger las localizaciones para la implantación de los ingenios eólicos donde  sean lo menos agresivas, posible, desde un punto de vista paisajístico y medioambiental.

Se trata de un problema energético nacional en el que unos territorios aportan sol, otros  agua y otros viento. Estamos en 2021 e inmersos, entre otras cosas, en un cambio climático mundial, pero las tan necesarias energías renovables brillan por su ausencia y cuando en otros países europeos se premia y se facilita el uso de placas solares fotovoltaicas, en España, se impuso un alto impuesto al Sol lo que dificulta su elección.

Durante varios años el debate estuvo abierto, con muchos matices, y terminó en el 2012 cuando primero el Defensor del Pueblo y después el Tribunal Superior de Justicia les advirtió a los gobernantes que esto hay que hacerlo bien pues las consecuencias serán irreversibles.

No es fácil de entender que, tras aquel varapalo, que pagarían los ciudadanos, los actuales responsables que, repito, son los mismos del 2009, cometan similares errores. ¿Cómo se puede explicar que no hayan aprendido esa lección y que 9 años después pretendan repetir, miméticamente, la misma chapuza? De nuevo nos cuentan la misma retaila recurriendo al cambio climático para justificar sus intereses – de trasfondo poco claro – en industrializar gran parte del territorio de esta comunidad, con argumentos poco fiables como desarrollo, trabajo y riqueza, sin importarles en absoluto el impacto sobre el territorio y el deterioro que, desde un punto de vista ecológico y medioambiental causará sobre nuestro singular y único paisaje ¿Cómo es posible?

En 2009 saltó la alarma y muchos ciudadanos nos pronunciamos y participamos en aquel largo debate en el que les hicimos saber a nuestros gobernantes que, antes de instalar molinos por doquier, era imprescindible elaborar un Plan de Ordenación Territorial, el PROT. Parece que en 10 años no han tenido tiempo de ponerse a ello y esta herramienta tan necesaria como indispensable continúa en el aire.  Debemos saber dónde se puede construir, donde se debe industrializar y donde colocar los molinos. Cantabria tiene unas características no mejores o peores pero si diferentes que otros lugares que debieran ser tenidas en cuenta. Entre las distintas voces críticas estaban arqueólogos, arquitectos, geógrafos, historiadores, ingenieros, alcaldes y diversas asociaciones. Y en estos días ha vuelto a palparse la agresión y la respuesta de los ayuntamientos afectados y de sus gentes ha vuelto a alzarse para repetir que el territorio es de todos, no es patrimonio del poder, a ellos solo les corresponde gestionarlo con transparencia y contando con la opinión ciudadana. Y debe ser tenida en cuenta, como obliga el Convenio  de Aarhus de 1998 suscrito por España, sobre acceso a la información y participación de las gentes en la toma de decisiones en materia de medio ambiente. Y como obliga una Ley del Paisaje basada en el Convenio de Florencia del año 2000, en el seno del Consejo de Europa, que recuerda a las autoridades el compromiso de conservar la calidad de sus paisajes, la riqueza etnográfica, los recursos naturales y el medio rural, entre otros aspectos. La propia Cantabria elaboró en estos términos su Ley del Paisaje, 2/2001, de 25 de junio.

Nos apoya y respalda la legislación, y nos gustaría fiarnos de las buenas palabras de nuestro Presidente, pero cómo hacerlo de alguien que dice ahora que “habrá molinos, pero que Cantabria no se convertirá en un parque eólico” (DM, 25-03-2021), porque debemos recordar que en aquella primera época la misma persona hablaba de “convertir a Cantabria en el Kuwait eólico” (DM, 2-05-2012). No nos podemos fiar porque tras firmar y bendecir el “fracking” admitió que no sabía bien que era (DM, 13-03-2014). No podemos fiarnos porque la memoria nos devuelve aquellos tiempos en que se bendecía el boom del ladrillo cuyas consecuencias aún estamos padeciendo, a base de verdades a medias con las que se tejen unos mismos argumentos: creación de empleo, riqueza y futuro…

Todas las energías son necesarias, los expertos hablan del “mix-energético” como ideal y necesario para tener seguridad de suministro, y, entre ellas, están las renovables sin lugar a dudas. Pero siendo tan necesarias, todas las fuentes energéticas tienen su lado negativo, de impacto sobre el territorio, por ello es necesario el rigor y la racionalidad pues la agresión al medioambiente, a la biodiversidad y al paisaje es irreversible. Por favor háganlo bien, un territorio tan frágil como Cantabria no debe convertirse en una fábrica de molinos. Sí, a la energía eólica, pero no a cualquier precio.

 

 Aurelio G-Riancho, Celestina Losada, Joaquín Mantilla, Domingo de la Lastra, Karen Mazarrasa, Orestes Cendrero, José M Cubría, M Digna Fernández, Virgilio F Acebo, Claudio Planás, Manuel L-Calderón, Manuel G Alonso, Juantxu Bazán, Esperanza Botella, M José G Acebo. Isabel Ordieres, Angela de Meer, Miguel de la Fuente, Ana Trimállez, M José Trimállez, Juan Calzada, Rosa Coterillo, Esther Sainz-Pardo, Ana Martínez, Mina Moro, Fernando Vierna, Ignacio G-Riancho, Marcos Gómez.