Puede ser un buen momento para hablar del mar, todo me lleva a ello.  Al atardecer una luna llena, inmensa y novelesca iluminaba la bahía y en la lámina de agua se reflejaban sensaciones y recuerdos. El pasado, el presente y un futuro imaginario se mezclaban sobre esas aguas con tantas historias y matices. Incluso cerrando los ojos aparecían algunas imágenes para alimentar los sentidos y serenar el espíritu, imágenes evocadoras de viejos navíos con velas al viento, rompiendo la línea del horizonte, imágenes que cada uno guarda en su memoria y que aparecen solamente en instantes muy especiales, solo hay que tener imaginación. Pérez-Reverte, ya en mi casa me recuerda, para él, la mejor película de todos los tiempos sobre el mar, “Master and Commander”, de Peter Weir, a mí también me lo pareció en su momento y la guardé en mi biblioteca junto a otros libros navales. Y allí estaba junto a “Héroes olvidados” de Villanueva Edo, la epopeya española de la vacuna de la viruela, el “Diario de la Expedición Malaspina y Bustamante” por Lola Higueras, “Los viajes de Darwin” de Van Wyhe”, “Los tres viajes alrededor del mundo de James Cook” y el tomo que inmortaliza la “Historia del navío el Montañés” de Alfonso García Aranzábal.

         Tras una nueva contemplación de las imágenes de Weir, ver navegar por el Cabo de Hornos a la Bounty y deleitarme con el cirujano-naturalista Paul Betanny y el capitán Jack Aubrey interpretando a Boccherini, la fantasía me llevó al “Montañés”, fueron contemporáneos ambos navíos y escribieron páginas similares.  En la historia del “Montañés”, la generosidad y la solidaridad se unen con el amor a la tierra. Sus ideólogos eran conocedores de que el futuro dependía de la tecnología.  En aquel tiempo un navío de tres velas y 76 cañones podría ser comparado al mejor de los aviones o trasatlánticos actuales. El desarrollo y el progreso venían por el mar, aquel país que fuese dueño del mar dominaría el mundo. España durante tres siglos asumió ese papel. Se podría hacer la mejor película con su historia, los británicos lo hacen, nosotros somos así.

         Es una historia fantástica y merece ser recordada. El destino reúne en Cádiz en 1789 a los hermanos toranceses Bustamante y Guerra. Francisco, importante naviero asentado en esa ciudad y Joseph a punto de iniciar junto Alexandro Malaspina la más importante expedición ilustrada de la Historia de España, navegarán por todos los mares y visitarán las colonias españolas en América y Asia. Convivieron con indígenas del Atlántico norte y del Pacífico y aprendieron de ellos. Todavía hoy nos asombra aquella gesta. 

          Joseph necesita implicar a su hermano mayor Francisco, no era difícil, en un proyecto que desarrolla hace tiempo. El marino quiere devolver a su tierra y a la Marina todo lo que ella le ha dado, además la Montaña, así se conocía en ese momento a esta tierra, había proporcionado magníficos mimbres en la historia de la navegación de Castilla y de España.

      La Montaña se merecía un navío que mostrase su pabellón en todos los mares y en todos los puertos y ese proyecto ilustrado bullía en su cabeza. Crearían una red colectiva financiera contando con los montañeses de Cantabria y los de América, más acaudalados. Probablemente los Bustamante Guerra concibieron el primer crowdfunding, en castellano micro-mecenazgo, conocido. El marino visitaría próximamente lugares al otro lado del mar, muchos montañeses buscaban un allí mejor futuro y les entusiasmaría esa idea. En Nueva España hablaría con el virrey Revillagigedo con orígenes montañeses, su apoyo sería y fue crucial.  Francisco desde España centraría todas las gestiones.

        El navío se llamaría “El Montañés” y para que no hubiera duda en el mascaron de proa, en lugar de un Hércules o una sirena, habría un montañés con todas sus particularidades. El proyecto sería sufragado en su totalidad con caudal montañés y debiera ser mandado, principalmente en actos de guerra, por un marino de esta tierra.

      En 1792 el ingeniero Martin de Retamosa el último gran innovador español de arquitectura naval en madera, inicia su construcción en el Astillero del Ferrol. Sería botado en 1794, tenía dos puentes, tres palos e iba armado con 74 cañones. El tonelaje llegaría a las 1.500 toneladas, la eslora a los 52.9 metros, la manga a los 14.2 metros y el puntal hasta 6.5 metros.

 

        “El Montañés” fue un magnifico barco de guerra, expresión de la alta tecnología naval española, una de las grandes potencias navales europeas, pudiendo compararle con los mejores navíos del mundo.  Participó en la guerra del Rosellón contra los franceses revolucionarios y entre 1795 y 1803 navegó por el mar de la China y circunvaló el globo, hazaña al alcance de muy pocos. En 1805 debió participar en la batalla de Trafalgar y allí murió heroicamente su capitán, el santanderino Alsedo y Bustamante, junto a Nelson, Gravina, Churruca y Alcalá Galiano.

 

           La borrasca del 6 de marzo de 1810 lo desmantelo en la bahía de Cádiz, en ese momento una escuadra anglo española con el Montañés, rompía el bloqueo francés de aquella Cádiz, capital de la España enfrentada al Napoleón invasor.

 

          Es una historia no demasiado conocida, debe ser recuperada y esto lo ha hecho García Aranzábal, publicando sus hechos y recordando a las personas que dieron vida al navío que con el nombre de Cantabria se paseó por todos los mares. Su libro sobre el “Montañés y su tiempo” editado por la editorial Librucos, hace un poco de justicia.